La cara de los hombres no se toca - Jorge Mirón
* Actividad realizada gracias a las Ayudas a Espacios de Arte Independientes del Ayuntamiento de Madrid 2018/19

No hay fotografías desenfocadas.
Foco proviene de fuego. El calor que nos reúne.
Una fotografía no-nítida ilumina como cualquier otra.
El anillo del objetivo se ajusta para desvanecer los cuerpos. Permite sintonizar otro plano y captar sus espectros.

Durante una semana el fuego congregará en Storm and Drunk a cinco personas a puerta cerrada. Cuerpos que vibran entre varias regiones y se repliegan de noche, seres que ocultan un perfil de la cara con el otro.

La cyborg
El alien
Bakalas
Un reptil
Los hombres
5 al 9 de Mayo 2018
Billy E. Morreale
Nací en una zona gris de la frontera. Sin demasiada paz, sin demasiado conflicto. Es raro... ¿sufrimiento? No sé. Lo normal. Son las cosas normales. Las escribía y de pronto en el texto empezó a verse la brutalidad. Que son brutales, las cosas normales, que puedes no darte cuenta si no las miras bien, crudas, expuestas, a través. El gris (el difuminado, la tibieza) es una cortina de humo, detrás hay cadáveres mutilados de todo tipo. Atravesé la cortina de humo para ver bien todo lo que había.
Me llamaba Billy antes de la poesía, cuando estaba viajando por USA. Para sumergirte bien en la mierda, en el lado de detrás de la cortina de humo que decía, tienes que ir vaciado, como decías tú. Normalmente no te metes en la mierda voluntariamente, ​la ponzoña te rodea y ya estás dentro. Ahí es útil llamarse Billy. Te protege el cuerpo, te aplaza el alma para más adelante, hasta cuando puedas sentarte a escribir y descargarlo todo en palabras y huecos entre palabras. La poesía es mi herramienta para entender el mundo y describirlo. La parte del mundo más cruda, la zona abisal, la que casi no contiene palabras. No sé lo que es existir lejos de la poesía.
Tengo muy mala memoria. No recuerdo ningún verso... Seguro que lo hay. Se mezclan cosas ahí que debí decir en frases separadas. La poesía es un secreto. Quizás lo dije porque hay que acercar mucho el oído para escuchar qué se está contando. No es popular, no sé. Más bien, no está a la moda, que es distinto a no ser popular. Porque requiere un esfuerzo activo.
Domingo 6
Sábado 8
Cariátide Pepis
No puedo describirlo. No hay viaje. Es un estado. Es una forma de vivir. Después del ‘flash’, y de una sensación de placer muy intensa, llega cierta euforia, con ausencia de cualquier malestar psíquico y físico. Y a partir de aquí o se puede babear o se puede seguir disfrutando, pero esto es muy personal porque somos diferentes ante la misma sensación.

Era un estado espiritual que me producía lucidez y bienestar y más que esto, el placer de vivir. Según lo que estuviera haciendo, podía ser más o menos sensible, sin perder nunca la distancia con la inteligencia. Lo que me impactaba era el síndrome de abstinencia. No hay sensación neutral con ella. Es posesiva.
No hay enseñanza, es la continuación de diferentes estados que van variando según las necesidades en cada tiempo. Estamos siempre en un continuo Sísifo, cambiando los espacios para volver a la generosidad de ambos estados. Y seguir cambiando aunque mucho parezca una rutina que nos engaña.
Había nacido con una pequeña burbuja de aire en un pulmón que se fue agrandando y dilatando hasta que produjo una bulla o cavidad de aire, que luego se pueden reproducir en otras partes del pulmón.
El cuerpo es el mapa de muchos de nuestros estados, de todas esas derrotas y pérdidas y gozos. Es la materia de una realidad que habitamos a diario. Por fuera puede ser unas venas encallecidas o una cicatriz blanca ya de cuidarla; por dentro la ausencia , el empeño de la intuición para que no cierre la mina, y seguir viviendo.
¿Dónde está escrito que no se puede tocar? Al contrario, es necesario.
Por la cercanía, el cariño, por la presencia del amor. En contra del machismo, del código de relaciones sociales, de la extensión de la moral propia en contra de lo demás hasta el desprecio.
La actividad tendrá lugar las noches del 5 al 9 de mayo. Jorge Mirón (Madrid, 1983) realizará cinco sesiones de fotos en S.A.D. a cinco personas o grupos acordados previamente. Las sesiones a puerta cerrada buscan crear una atmósfera adecuada para la captación de los cuerpos y sus espectros. El artista usa espectro en el sentido fantasmagórico del término, aparición, y científico, rango electromagnético que el ojo humano percibe como color.

Para las sesiones dispondrá de distintos utensilios lumínicos que él mismo crea y que configuran su escenografía de trabajo. En los últimos años Jorge Mirón (http://www.jorgemiron.net/) ha empleado la fotografía como documento para narrar su vida nocturna en Madrid y también ha explorado con otras posibilidades del lenguaje fotográfico afectado por sus experiencias lisérgicas.

La actividad sin público será contada en Instagram y la web de SAD compartiendo las conversaciones que ha tenido los días previos con cada una de las personas.
Lunes 7
La Fiera
Tras una ruptura tenía la necesidad, como un ritual, de modificar mi cuerpo, una marca en la piel, el dolor, sentir mi cuerpo. No estar en mi cabeza. Aunque al final no lo hice, porque enfermé.

Lo último ha sido “eudaimonia”. Llevo demasiado tiempo sin estar en eso y pensé que llevándolo en mi piel tal vez era una actitud que tomaba.

Tengo un tridente de una conquista muy grande, una especie de ataúd galáctico por una muerte que sentí y compartí, en una muestra de confianza absoluta.
Ha sido hace poco con mi abuelo (están todos muertos)

Estaba solo en su casa medio abandonado y yo iba a cuidarlo
pero como de casualidad
que pasaba por su casa
me daba cuenta que él estaba allí... porque está muerto
ha sido raro
y él estaba intranquilo
como que no podía hacerse cargo de sí mismo
y la realidad
el entorno
ha sido raro...

Un control de aduanas cubano.
Casi les robo una linterna a los policías, pero me daba cuenta que se iban a dar cuenta y les gastaba una broma.

Había después barcos, barcos que navegaban a tooooda leche, uno lo pilotaba una niña que se hacía coleguilla mía.
El avioncito…
Desear el mal es horrible, demasiado grande para soportarlo.

Iba una persona que no me quería a quien yo quería, con todo ese sufrir,
lo veía volar en el cielo y pensé “si se cae ahora...” como un castigo, el avión empezó a caer.

Tengo pánico a volar y una vez casi me estrello, el avión por ahí lo tengo, en el brazo.
Instantáneamente me entra una congoja gigante, el avión no llega a estrellarse, remonta el vuelo casi a ras del impacto y sigue su camino.

Me iba a Cuba, a la Isla de la Tigresa, se llamaba así. Y llamaban ticos o algo similar a los brasileños que vivían en la isla. Yo me iba a una isla del Caribe.
Era Cuba pero la mitad era Brasil.

Por impulso.
Una especie de coral medusa raro
que se comía a los animales
que se le posaban
que se los comía en un proceso que daba miedo, muy desagradable.

Veo a un erizo de mar morado claro precioso,
se sube al coral asesino, quiero sacarlo de ahí, pero si lo toco se me clavan sus púas venenosas
o me agarra la mano el coral asesino, así que lo observo intranquilo a ver qué sucede. De repente millones de mini erizos de mar, como bolitas minúsculas de todos los colores hacen una ola al coral asesino y rescatan a su compañero gigante.
La isla cubana-brasileña se llamaba La Tigresa, había tigres y yo me había tatuado una tigresa en Madrid antes de partir.
Cuando le pasa algo importante sueña que habla con su padre. Su padre murió hace años. Pero algo pasa y ellos hablan.
Últimamente hablo con gente. Les toco los codos y hablamos. Les digo que luego se lo cuento al despertar. Y lo hago y hablamos sin escenarios bizarros.
Vestidas de turquesa, había esculturas de delfines y cisnes, era una piscina súper hortera pero ella y yo íbamos de la mano como dos diosas. Avanzando sobre el agua. Iba a una rave, me dormí y soñé que seguía de fiesta con unos chicos que había conocido esa noche. Bailábamos y les besaba, pero yo solo quería besar a uno de ellos, los dos eran uno y se besaban también, bailábamos muchísimo.

Mi cuerpo dijo “no entres” y no lo hice.

Besaba a tres personas. Sólo era dulce una.
Martes 8
Tadzio
Se digieren infinitamente mejor cuando al menos su base parte de una elección propia, aunque no haya realmente elección de por medio más allá de vivir o morir y, desde luego, no sean cambios a la carta. Pero en mi caso saber que dependen de mis pinchazos ayuda a racionalizar y encajar mejor aquello que me haya pillado más de sorpresa. De todas formas mis cambios no han sido tan rápidos ni extremos como otras personas de mi alrededor, y creo que eso, pese a haberme alargado ciertas agonías durante los primeros años, es algo que he agradecido desde el principio. Yo no tenía una idea clara de la apariencia que me haría sentir más a gusto, era incapaz de verme a mí mismo de otra manera salvo reduciendo ciertos elementos, pero me quedaba en blanco al pensar siquiera en añadirlos (vello, musculatura, etc).
El resultado (sí, con bigote de por medio), fue mejor de lo que me esperé pero no porque ahora me sienta un adonis (aunque desde luego, recibo mucha más atención que antes, pero cualquier hombre mediocre y medianamente aseado lo hace), sino porque no me esperaba nada en concreto y lo obtenido es, simple y llanamente, sentirme casi tan bien en mi piel como ya lo hacía antes de que mi primera adolescencia me golpease. No lo creí posible, pero ahí estoy, pese a mis altibajos. Y el cambio físico ha sido de hecho, para mí, lo más sencillo del proceso -seguramente por sentirlo menos inasible que todo lo demás.
Me siento liberado de cierto tipo de mirada masculina (un paternalismo, violencia y deseo concretos debido a que me consideraban, por error, una mujer) y de la mayor parte de la violencia de la que mi cuerpo era objeto antes de y durante mis primeros años de transición. Es una liberación, no obstante, muy amarga porque sé lo que implica. El yugo sigue donde siempre y sólo se retira bajo ciertas condiciones, y ser hombre blanco te garantiza la retirada, a priori, de casi todos. Pero también me siento liberado, la mayor parte del tiempo en estos momentos, de lo peor de mi propia mirada. De mi propia autoconstrucción como monstruo -o al menos del ser totalmente incapaz de reapropiarme de ella. Ojalá no hubiera necesitado este par de cicatrices para ello, pero he tenido el privilegio de acceder a ellas y poder liberarme también de forma mucho más tangible. No tener que llevar algo que me oprime las costillas para poder salir aunque sea a por el pan o interactuar con alguien sin duda ayuda, y no sólo literalmente. Puedo bailar, también. Había dejado de hacerlo por más de una década debido a mi disforia. Eso también, aunque suene frívolo, ha sido parte de lo mejor de esta "liberación". Pero en definitiva no es liberador el necesitar de tanto que han de proporcionarme otros (específicamente, profesionales dotados de autoridad médica) para obtener un mínimo de paz y conexión conmigo mismo.
Me hablan mucho de ellos, los hay que sostienen que hasta mis ojos han cambiado y otros que no han cambiado en absoluto. Yo creo que sí que han cambiado, pero que se parecen más a mi yo de hace 20 años, con 8, que al de hace sólo 4. Tiene sentido, en cierta manera. Y la verdad es que me gusta.

También creo que mi voz, pese a haberse agravado, sigue ahí en cierta manera. Me costó mucho que llegara a gustarme aunque gustara tanto a alguna gente, pero me aterraba el que pudiera cambiar demasiado hasta dejar de parecerse a sí misma (a mí mismo), y creo que no lo ha hecho -o al menos no un cierto color, un cierto timbre. Sin duda me alegra.

Me gusta reconocer la mayoría de mis gestos como míos desde siempre, también, aunque muchos tengan un matiz algo diferente o se vean distintos con las variaciones sutiles de mis rasgos. Y por último, me sorprende que mi piel, en algunas zonas ahora tan tomada por el vello, no haya dejado de ser suave. Fue de lo primero que me dijeron que cambiaría y me encanta que no haya sido así. Me encanta ser suave (o intentarlo), en toda su polisemia.
No sé si te sorprenderá o no, pero los hombres me tocan muchísimo más que antes. Con algo que pretenden imbuir de camaradería (a veces inclusión simple y llana, pero eso es otra cosa y la prefiero), pero me tocan constantemente y a santo de nada. El hombro, la espalda, incluso la mejilla y el culo, esto último con el típico compadreo tan rancio como homoerótico que suele darse en los espacios hipermasculinizados. De lo primero que me sorprendió socialmente durante mi transición fue esto. Se supone que los hombres (al menos los hetero o los que van de ello) no tocan a otros hombres, pero en mi caso me tocan más que antes lo mire por donde lo mire. Distinto, más forzadamente rudo y menos condescendiente y dominante, pero igualmente invasivo - e igualmente sin que yo dé a pie.

Yo los toco menos que antes si cabe, porque el poder formar parte de sus espacios y saber perfectamente cómo son y actúan cuando no hay mujeres cerca me hace tenerles (tenernos, en cierto modo) aún más miedo.
Las cicatrices cambian mucho (lo siguen y seguirán haciendo) y se difuminan hasta casi desaparecer con el paso de los años, los tatuajes no, al menos en mi tipo de piel. Los unos son elecciones libres y las otras fueron mi única posibilidad de obtener una calidad de vida básica en términos de interacción social, salud mental y autoimagen. Las unas pueden señalarme y ponerme en verdadero riesgo de violencia y los tatuajes, como mucho, suponer ciertos reparos a un empleador. En todos los casos dicen mucho de mí. Pero mis tatuajes jamás tendrán el poso amargo de los años anteriores a que estuvieran en mi piel.
Miércoles 9
Hollygram
Oqqun
Consuelo
Shangay Lilli
Alien
Blanco
Marica
Britney
Hito
Robocop
Roboutlaw
Terminator
Terminatrix
Madrid
El Gris
M
H
Antonio
Emperatriz Irene
Jesús
Apóstol juan
Agujero
Quasar
Portal
Porcual
Jorge
Panóptico
Pelea
Demi Moore
2018
Great Depression
Azul
Burlesque
Pelo
Peluca
La vitalidad está toda del otro lado de esa cortina, a lo mejor por eso me viste vaciado. La esperanza en el futuro, la confianza en otra posible lectura de los cadáveres. Bueno, eso no está en Lo que América puede. Eso cada cual tendrá que buscárselo y aplicarlo. También en eso consiste el ejercicio de leer poesía.
Parece de otro tiempo. De un tiempo que no conozco donde los espectadores aún no existían, ¿existió ese tiempo? Un tiempo quizás futuro donde recibir un mensaje (leer, escuchar) se acepte como gesto activo y esforzado. Los secretos, cuando se cuentan, dejan de ser secretos. Pero quien lo conoce lo sabe. Hay secretos que comparte toda la humanidad. Nos los expresamos de formas también secretas. La poesía es una de esas formas, para mí la que más toca el hueso.
actividad realizada dentro del programa ENTER THE SADNESS financiado por las Ayudas Espacios Independientes del Ayuntamiento de Madrid 2018/19